La pollera de princesa
- Sarita Esses
- 26 nov 2014
- 2 Min. de lectura
En el trabajo nos invitaron a que todo el personal se vistiera de Patria los 4 viernes de noviembre, lo que me hizo recordar la primera pollera que tuve.

Presumo que mi mamá me la compró para un acto típico de la escuela, porque llegué de Japón a los 3 años y no estilo que teníamos una pollera dando vueltas por allí en la casa (aunque sí tenía un par de kimonos). Pero una vez que la tuve, ¡prácticamente la usé hasta que se descosió!
Mi pollera era hermosa, de gala, no una estilo montuno. Era blanca, bordada con hilo verde esmeralda, y con una falda amplia que se abría como un abanico cuando me ponía a dar vueltas en ella. Después me sentaba rápido en el piso, y quedaba un círculo perfecto alrededor mío. Sé que es un traje típico, pero para mí era mejor que un vestido de princesa.
También estaba la gargantilla y los accesorios para el cabello. Aunque las peinetas y los tembleques me parecían verdaderas joyas, era un martirio que me los colocaran. Mi nana era japonesa y mi cabello era indomable. Saquen ustedes el resultado de esta ecuación. ¡Ouch!
Y los zapatos… No eran tan especiales, eran de un material brillante, pero eran bien duros, lo que salió a mi rescate un día que mi hermano me estaba torturando (práctica habitual de mi infancia) y lo pateé. Le dolió tanto que cuando me veía vestida de pollera ya ni se atrevía a acercarse, jajaja.
No sé qué fue lo que pasó, pero considerando que solo había un acto típico al año, recuerdo haber usado la bendita pollera bastante. Era tan linda que la usaba hasta para quedarme jugando en casa. ¡Qué tiempos!
Después crecí y la pollera, zapatos y accesorios fueron a parar a la gaveta de mi hermanita, quien feliz heredaba todas las cosas que dejaban de quedarme a mí.
Han pasado muchos años y todavía recuerdo mi primera pollera. Después hubo otra, pero no fue tan linda ni vistosa como aquella. Me pregunto dónde quedó la pollera, ¡lástima que no me la guardaron!
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