El peor corte
- Sarita Esses
- 3 jul
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 7 jul
UN AMARGO DÍA EN EL SALÓN.

Han pasado seis meses. El cabello creció y la rabia se diluyó como una gota de colorante en las aguas del tiempo.
Creo que ustedes también recordarán ese amargo día, en que volví del salón de belleza con lágrimas en los ojos e insultos en el cerebro.
Había ido donde un estilista nuevo, no por ser desleal a quien me atiende desde hace años, sino para variar un poco. Esa traición me salió emocionalmente cara.
Esa tarde llegué al salón de belleza confiada y entusiasmada.
Lección #1: El entusiasmo es bueno, pero la confianza se gana. No se la puedes dar ciegamente a alguien que conociste hace apenas cuatro minutos.
Le expliqué al peluquero, llamémoslo Marlon, que solo quería cortarme las puntas, y darle un poco de forma a la parte que enmarca mi rostro. Él entendió: pódame la cabeza como si fuera un topiario.
Salí del salón de belleza molesta e inconforme. Pero no fue hasta que llegué al elevador de mi casa, que tiene espejos en sus tres costados, que pude apreciar a solas y por todos los ángulos, el desmadre que me acababan de infligir. Lloré.
En retrospectiva puedo admitir que estaba muy, muy, muy enojada con el peluquero. Pero la verdadera rabia era conmigo misma. Me percibo como una mujer bastante vocal en lo que quiero y pienso, tengo criterio para múltiples cosas más importantes y no puedo creer que dejé que me hicieran esta trastada mientras estaba pasivamente sentada.
Lección #2: Cuando ves que el peluquero toma mechones de tu cabello, los trae hacia adelante, los enrosca y les acerca una tijera, levántate de la silla y huye.
Luego me dijeron que esa técnica se llama un corte “mariposa”. Yo le diría el método “Eduardo Manos de Tijera”.
En el momento exclamé “Marlon, ¿¡pero qué haces!?”, y me respondió “solo te estoy cortando las puntitas”.
Man, literalmente estoy viendo caer pulgadas enteras de cabello al piso, y en vez de escuchar a mi intuición, le hice caso cuando me dijo “confía”. Maldita confianza.
Ya de vuelta en mi casa, refugiada en el santuario de mi cuarto, compartí lo sucedido en Instagram. Una de mis lectoras dijo, “¡Dile que te devuelva tu plata!”. Esa es la parte insólita. No solo pagué la cuenta, pero le DEJÉ PROPINA.
Lección #3: Es importante valorar y agradecer el trabajo de los demás, pero tampoco así.
Si todo esto no fuera suficiente, le escribí al peluquero para reclamarle. Su respuesta me dejó pasmada: “Disculpa que no entendí lo que querías”. ¡Era muy sencillo Marlon!
A partir de ese momento, lo desterré del celular.
Todo este drama podrá parecer exagerado. Sí, era solo cabello, y en efecto, ya creció. Pero nos guste o no, para las mujeres, este aspecto de nuestra apariencia influye en cómo nos sentimos y proyectamos. Y aunque hayan mil calamidades reales en la vida, el asesinato de mi melena, en serio, me trastornó.
