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Deje de sufrir

  • Foto del escritor: Sarita Esses
    Sarita Esses
  • 13 nov 2014
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 9 jun

Los seres humanos tenemos tendencias masoquistas. No tanto al estilo “Fifty Shades”, pero hay algo incorporado en nuestra programación interna que nos empuja a buscar el dolor y deleitarnos en su miseria.

Estoy bastante segura de que esto viene desde la cuna. Por lo menos yo jugaba y me arrancaba los pellejitos de los dedos desde que me acuerdo. Dolía horrible, pero por alguna razón es una mala maña que persiste hasta el día de hoy.


Pero eso no es nada comparado con llegar a la adolescencia, en que el 80% del tiempo fluctúas entre estar brava, triste, molesta y/o incomprendida, y por otra razón que tampoco entiendo, en esos momentos, en vez de poner música alegre para subir los ánimos, me marinaba en canciones deprimentes, lo suficientes como para hacer llorar hasta a un payaso. (¿Les suena Nothing compares to you, Against all odds  y November Rain?). Esa es otra mala maña que también persiste.


Alguien que conozco me confesó su secreto oscuro: no puede resistir la tentación de entrar a Facebook a menudo para ver las fotos de su ex con su novia nueva. En sus propias palabras siente que “muere un poco” cada vez que ve lo ve arrimado con “la fea ordinaria esa”. ¿Entonces por qué no desiste? ¿Para qué se tortura a sí misma viendo la felicidad ajena? (Por cierto, esa es otra razón por la cual soy fiel creyente en poner los ajustes de seguridad en máxima privacidad. Demasiada gente loca en el mundo, jaja).


Así que este es un tema que me ronda hace rato en la cabeza, porque soy curiosa y quiero saber. Por lo tanto inicié una labor investigativa, primero preguntándole a la gente a mi alrededor. Pero como nadie supo decirme nada, me fui un paso más arriba y consulté con los profesionales.


Al primero que le escribí ni siquiera me contestó (Gracias doc, sé que estás leyendo esto…). La segunda me explicó que en la vida es inevitable pasar por situaciones que nos duelan, pero que es nuestra decisión apegarnos al sufrimiento. Es verdad, ¡pero quiero saber por qué! También me comentó que algunas personas lo hacen para llamar la atención, lo cual es cierto, pero yo no me apretó los moretones para eso.


Por último, mi buena amiga Tammy dio en el clavo. Ya sabía yo que es excelente psicóloga, pero en esta vuelta creo que se merece un aplauso. Me dijo: “Los pellejos duelen más pegados. Una vez te los arrancas, empieza el healing process. Si lo piensas bien, es igual que en las relaciones. La que sigue mirando es porque no ha terminado de desligarse emocionalmente. Mientras eso no se resuelva, la persona va a seguir interesada en la vida del otro. A pesar de que le duele mirar el Facebook, es más doloroso let go”. (Algo así como escoger el menos peor de los dolores).


Eso explica algo bien profundo. Pero entre una cosa y otra llegué a la conclusión que a veces sentir un poco de dolor es mejor que no sentir nada. Aunque sea un bobo pellejito.

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