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Carta a mi hijo

  • Foto del escritor: Sarita Esses
    Sarita Esses
  • 25 jul 2024
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: hace 4 días

UNAS PALABRAS ANTES DE QUE SE VAYA DE LA CASA.

Estamos por salir juntos hacia tu boda, tú tan guapo en tu esmoquin, apurado por cruzar la puerta, y yo tratando de retenerte un ratito más.


En este instante reviví aquel martes en la mañana, 25 años atrás, en que llegamos del hospital a la casa, y cruzamos esta misma puerta, tú un bebé hermoso, enchumbado en mis brazos. Ahora soy yo la que agarra el tuyo.


“El tiempo pasa volando", decimos y escuchamos a menudo, pero esa frase nunca ha sido más cierta que ahora.


La puerta del ascensor se cierra; así culminamos una etapa en nuestras vidas y empiezas una nueva, conmigo a la distancia.


Días atrás, la abuela me preguntó si estaba triste de que te ibas. No es fácil contabilizar tantas emociones. Lo cierto es que voy a extrañarte mucho, pero mi alegría es completa.

Como mamá, este es el momento para el que te preparé mi vida entera, a veces con ternura, otras con peleas.


Ahora que sales de mi casa, le pido a D-s que te lleves los valores que me esforcé en inculcarte, y las emplees como herramientas para construir la tuya propia, junto a tu esposa.


La vida es una aventura fascinante y encontrar tu pareja es una bendición. De aquí en adelante ella será la persona que te acompañe en los ires y venires, las subidas y bajadas. Cuídala, ámala, protégela. Es una fortuna tener una buena esposa, y ahora ella es tu mayor tesoro.


Le pido al cielo que ambos crezcan, maduren, se acompañen y envejezcan juntos. Que sean un apoyo mutuo, que cada uno saque siempre lo mejor del otro. Que edifiquen un hogar con bases firmes y estructuras sólidas. Les deseo una travesía hermosa, de paisajes serenos y cielos despejados. Pero habrá tormentas. Y cuando lleguen, recuerden que son pasajeras. Que ustedes ahora son un equipo, y siempre, siempre, siempre deben remar juntos, hacia el mismo lado.


Cuando el confeti de la fiesta repose en el suelo, tengan en cuenta que los grandes sucesos suelen ser los que más recordamos, pero es la suma de todos los momentos cotidianos los ladrillos de la obra final.


Los quiero mucho hijo. Recuerda que estoy a una llamada de distancia. Te pido que lleves estas palabras, no solo en esta hoja, sino en tu corazón.


Y por supuesto, que me vengan a visitar

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