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El Poder de la Música

  • Foto del escritor: Sarita Esses
    Sarita Esses
  • 1 jun 2014
  • 2 Min. de lectura

Dicen que el inglés es el idioma universal, pero pienso que se equivocan.

Para mí, el idioma que todas las personas del mundo entienden, es el de la música.


Es un lenguaje poderoso, que le habla a tu alma. Una máquina de tiempo, que te traslada al pasado. En la dosis y volumen indicado es mejor que un antidepresivo, y más energizante que un Redbull.


La música me gusta escucharla, cantarla, vivirla y gozarla. No es lo mismo empezar el día en silencio, o con la radio prendida con todo. Igual cuando vas en el carro. Si hay música, nunca estás solo; y cuando cantas, dejas salir lo que encierras dentro.


Hay canciones que me recuerdan personas, épocas o cosas menos tangibles, como un sentimiento. Nos mueven algo adentro que ya existía, o hacen que brote algo totalmente nuevo, como la esperanza, el amor o el olvido.


Creo que en algún momento de la vida, todos hemos buscado consuelo en una canción, o sacado fuerza o inspiración en ella.


A veces quisieras expresar tantas cosas, pero no sabes ni qué ni cómo. Y nadie te comprende. Pero de pronto escuchas una canción, que parece fue escrita por ti o para ti. Porque te habla, y se entienden. Acaricia tus problemas, como un delicado borrador, hasta que se desvanecen, aunque sea por un momento. Disipa la nube espesa que te envuelve, como quien levanta y sacude una sábana.


Algunas canciones te sacan una lágrima; otras te hacen sonreír. Pero como sea, te hacen ¡sentir! Por eso las canciones te seducen. No solo con sus letras, pero con una voz que te llega, y su melodía también. La armonía de la guitarra, la batería y el piano hablando con elocuencia entre ellos, y ellos a la vez hablándote a ti.


Cuando escucho agrupaciones de los 80, revivo mis primeros disco party. Losing my religion de REM, siempre me recuerda el amor platónico de una buena amiga mía. Nando Boom y El General, 6to año de la escuela, y todo el relajo con mis amigos del salón. Con Tubthumping de Chumbawamba, me traslado a la despedida de soltera de mi hermana y me acuerdo de sus amigas escandalosas. Chicago, los amores frustrados de mi adolescencia, y canciones de Sting, Foreigner y Def Leppard, los tiempos felices de mi juventud. Y así el soundtrack de mi vida continúa...


Hay una canción para cada momento y estado de ánimo. Hasta para días soleados (Beautiful Day) o lluviosos (November Rain, Pictures of you).¿Quién puede escuchar "Mmm yeah", sin empezar a mover la cabeza o  "Happy", sin ponerse, pues, happy? Del mismo modo, hay algunas que me recuerdan cómo ha sido roto mi corazón, y otras que me acuerdan cómo lo pegué de nuevo. "Summertime Sadness" me induce tristeza y "Everybody's changing" me provoca nostalgia, por las cosas que pudieran ser y no son.


Sí, la música es poderosa... En las buenas y en las malas, nunca me abandona. Y ese es un regalo de la vida, que da gusto apreciar.

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